¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales?

«Todos somos genios. Pero si juzgamos a un pez por su capacidad para trepar a un árbol, pasará toda su vida creyendo que es un estúpido». Albert Einstein

«Es un hecho importante y conocido que las cosas no siempre son… lo que parecen. Por ejemplo, en el planeta Tierra el hombre siempre supuso que era más inteligente que los delfines porque había producido muchas cosas: la rueda, Nueva York, las guerras, etcétera, mientras que los delfines lo único que habían hecho consistía en juguetear en el agua y divertirse. Pero a la inversa, los delfines siempre creyeron que eran mucho más inteligentes que el hombre, precisamente por las mismas razones». Guía del autoestopista galáctico

Los delfines no tienen manos, pero eso no los ha detenido para ser unos seres creativos. Diana Reiss

La inteligencia, lo que consideramos acciones inteligentes, se modifica a lo largo de la historia. La inteligencia no es una sustancia en la cabeza como es el aceite en un tanque de aceite. Es una colección de potencialidades que se completan”. Howard Gardner

Hasta que el género humano no les tomó la delantera, los delfines eran probablemente las criaturas con mayor volumen cerebral, y tal vez con mayor inteligencia, del planeta. En proporción a sus dimensiones corporales, el delfín sigue teniendo uno de los cerebros más voluminosos del reino animal, por delante incluso del chimpancé. El último antepasado común de humanos y chimpancés vivió hace unos seis millones de años. Los cetáceos, entre los que se cuentan los delfines, se escindieron del resto del linaje de los mamíferos hace unos 55 millones de años y llevan 95 millones de años sin compartir ancestro con los primates.

Esto significa que primates y cetáceos vienen recorriendo trayectorias evolutivas diferentes desde hace una eternidad, lo que se traduce en diferencias no solo en su morfología corporal, sino también en su naturaleza cerebral. Por ejemplo, los primates tienen grandes lóbulos frontales, que son los encargados de tomar decisiones y planificar. Los lóbulos frontales de los delfines son muchísimo más modestos, lo que no impide que demuestren una impresionante competencia a la hora de resolver problemas y, por lo que se ha observado, de planificar el futuro. Los primates procesamos la información visual en la parte posterior del cerebro y la información lingüística y auditiva, en los lóbulos temporales, localizados en los laterales del cerebro. Los delfines procesan la información visual y auditiva en distintas zonas del neocórtex, y las rutas que esa información sigue para llegar y para salir del córtex son radicalmente diferentes. Los delfines poseen además un sistema paralímbico muy desarrollado y definido para procesar las emociones. Una hipótesis postula que esta característica podría ser esencial para los fortísimos vínculos sociales y emocionales que cohesionan las comunidades de delfines.

«Un delfín solitario no es un verdadero delfín, afirma Lori Marino, psicobióloga y directora ejecutiva del Centro Kimmela de Defensa de los Animales. Ser delfín significa pertenecer a una compleja red social. Más todavía que en el caso de los humanos.»

Cuando los delfines se ven en apuros, hacen gala de un grado de cohesión raras veces observado en otros grupos de animales. Si un individuo enferma y se dirige hacia aguas someras, en ocasiones lo acompaña el grupo entero, lo que explicaría muchos varamientos colectivos. Es como si demostrasen una fijación singular en el delfín varado, explica Marino, «y la única manera de romper esa concentración pasa por ofrecerles un estímulo igual de fuerte que los saque de allí». En 2013 se evitó que un enorme grupo de delfines varase en masa en la costa de Australia gracias a la intervención humana: capturaron un ejemplar juvenil del grupo, lo llevaron a mar abierto y sus llamadas de auxilio alejaron a los demás de la costa.

¿Por qué son precisamente los delfines, de entre tantas criaturas que pueblan la tierra y el mar, los que han llegado a tener un cerebro tan voluminoso? La respuesta aguarda en el registro fósil. Hace unos 34 millones de años los ancestros de los delfines modernos eran enormes criaturas de dentadura lobuna. Por aquella época, se postula, un período de significativo enfriamiento oceánico alteró las fuentes de alimento y generó un nuevo nicho ecológico, que ofrecía nuevas oportunidades a los delfines y que mudó su forma de cazar. El cerebro fue ganando tamaño y aquella dentadura temible dio paso a los discretos dientes cónicos que tienen los delfines actuales. Las variaciones registradas en los huesos del oído interno sugieren que en ese mismo período surgió también la ecolocación, posiblemente porque algunos delfines pasaron de ser cazadores solitarios de grandes peces a cazadores colectivos de bancos de presas más pequeñas. Los delfines se volvieron más comunicativos, más sociales… y es muy probable que más inteligentes.

Estos cetáceos figuran además entre los animales más cosmopolitas del planeta: parecen ocupar todos los ambientes marinos y, como los humanos, han demostrado su ingenio a la hora de descubrir estrategias de alimentación específicas de cada uno de los entornos que habitan.

¿Pero qué es la inteligencia, en realidad? Hemos de reconocer que cuando hablamos de inteligencia a menudo estamos evaluando hasta qué punto otra especie se parece a la nuestra. La cuestión no es si los delfines son más o menos inteligentes, sino ¿cómo es la inteligencia del delfín?

Pero Lori Marino prefiere rehuir el debate sobre las posiciones en el podio de los más listos: «La inteligencia es más que el tamaño cerebral, y espero que nos demos cuenta de que un simple ranking no refleja la complejidad de la cuestión». Y zanja: «Son sofisticados, conscientes de sí mismos, muy inteligentes y con personalidades individuales, autonomía y una vida interior». «Sufren física y psicológicamente al confinarlos en parques marinos», añade. Por si fuera poco, poseen un lenguaje complejo, urden redes sociales, piensan en el futuro y pueden desvincular la sexualidad de la reproducción, incluyendo prácticas homosexuales.

Hay personas que hacen retiros espirituales para comunicarse con los delfines, mujeres que eligen dar a luz en presencia de estos animales y centros que afirman utilizar los poderes de la energía de estos cetáceos para tratar enfermos. Seguramente hay más ideas peregrinas sobre los delfines pululando por internet que delfines en el mar. Y muchas de esas ocurrencias son cosecha de una sola persona: John Lilly, un neurofisiólogo iconoclasta del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos que empezó a estudiar los delfines en la década de 1950. En libros que fueron superventas editoriales, Lilly fue el primer científico en postular que aquellos «humanos del mar» poseían un lenguaje propio. Casi en solitario, Lilly logró transformar lo que a principios del siglo XX se consideraba un curioso pez pulmonado en un animal de inteligencia tan sofisticada que merece la misma protección constitucional que tú y yo.

Hay estudios muy interesantes sobre el cerebro de los delfines y su comportamiento. Aparte de los experimentos llevados a cabo por John Lilly en los 60, están los estudios realizados por los neurólogos hispano-mexicanos Dionisio y Adela Nieto. Indiscutiblemente los seres humanos hemos realizado cosas que ninguna especie ha logrado en la evolución de la vida en nuestro planeta, pero eso ha posible por la conjunción de muchos factores. La posición bípeda, la visión tridimensional, el pulgar oponible, el lenguaje, el uso de herramientas y el control del fuego, además de otros factores como el manguito rotador del hombro que en los primates permitió la braquiación entre los árboles y que en los homínidos más evolucionados como el Homo Heidelbergiensis, el Neanderthal y, fundamentalmente, el Homo Sapiens, sirvió para cazar presas mucho más grandes y a distancia, nos ha llevado a un proceso de culturización y civilización extraordinario. Los delfines no tienen brazos, pero es indiscutible que a lo largo de más de 30 millones de años su cerebro ha crecido y ha adquirido una complejidad incluso mayor que la de nosotros. Hay una regla en la evolución que dice que todo aquel órgano o parte del cuerpo que ya no sirve se va desechando a través de la selección natural. ¿Cómo podemos explicarnos entonces la existencia de un cerebro con al menos el doble de circunvoluciones que el nuestro, con mayor número de neuronas y conexiones, lo que le da una mayor densidad que al nuestro? Simplemente porque los delfines lo usan. Tienen una inteligencia, distinta a la nuestra, pero inteligencia.

Los seres más inteligentes no son aquellos que dominan a los demás. Por poner dos ejemplos, podríamos mencionar a Kissinger y a Mozart, ambos con altos coeficientes de IQ. Y mientras el político norteamericano, en su momento, planeaba las estrategias de dominación del mundo, era un hombre muy poderoso, Mozart, al final de su vida, terminó en la fosa común. ¿Quién era más inteligente? Eso no importa: eran inteligencias distintas. La del político podríamos decir que sería el prototipo de la humanidad (si consideramos la inteligencia como la capacidad de dominar); la de Mozart, siendo básicamente un cerebro sonoro, se parecería mucho más a la de los delfines.

Hay muchos prejuicios religiosos y homocentristas que por más pruebas que se presenten impiden ver las cosas claramente y aceptar que en los océanos existen seres maravillosos, delfines y otros cetáceos, con inteligencias distintas a la nuestra. No necesitan civilización.

Una prueba más de la inteligencia subestimada de los delfines

En el Instituto de Estudios de Mamíferos Marinos (Misisipi) los investigadores enseñaron a los delfines a cambiar cualquier tipo de basura que cayera en su tanque por comida. Así, los animales ayudarían a mantener limpio su hábitat en cautiverio. Kelly, una de los delfines empezó a usar este sistema para su propio beneficio. Entendió que sin importar el tamaño de la basura o papel que trajera, recibiría el mismo premio, entonces empezó a esconder papeles bajo unas rocas y a arrancar pequeños pedazos para recibir peces cada vez.

Kelly no se conformó con eso. Un día atrapó una gaviota que había entrado volando al tanque y por ello recibió muchos peces, porque la gaviota era grande. Entonces, el inteligente delfín dejó de comerse todos los peces con los que la alimentaban para dejar reservas y con ellas atrapar nuevas gaviotas. Por si fuera poco, Kelly les transmitió la idea a los demás delfines, que empezaron a cazar aves, ellos también.

Una señal de que los delfines y ballenas son más inteligentes que la gente es que no están ocupados destruyendo el planeta en que viven como un primate llamado «inteligente» que todos conocemos.  Paul Watson
Fundador y Presidente de la Sea Shepherd Conservation Society

¿Qué inteligentes son los delfines?

Subtitulado en español

El cerebro de los delfines

Redes 155: Entender a los delfines

En este capítulo de Redes, la experta en cognición de delfines Diana Reiss, repasa con Eduard Punset las habilidades de, seguramente, la especie marina más inteligente. Publicado el 7 may. 2013